Virus que afectan abejas melíferas

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Si bien cada uno de estos agentes raramente ocasiona pérdidas de colmenas por

sí solo, la combinación de estos puede afectar la salud de las abejas, debilitar el sistema inmune e incluso provocar el colapso de colonias.

¿Qué son los virus y cuales se encuentran en Argentina?

Los virus son agentes tan pequeños que se escapan incluso a la resolución de los microscopios tradicionales. Son definidos como parásitos intracelulares obligados, debido a que necesitan parasitar células para poder replicarse. Por sí solos, en la naturaleza carecen de la capacidad para “reproducirse”.

A su vez algunos virus poseen una envoltura externa característica que los hace más susceptibles a la acción de agentes físicos y químicos, mientras que los virus que carecen de ella o también denominados virus desnudos, suelen ser más resistentes a la desecación, amplias variaciones de temperatura y a ciertos agentes químicos de uso cotidiano como son los detergentes y lavandina, resistiendo tiempos prolongados en la naturaleza.

Numerosos virus que afectan a las abejas melíferas se han descrito, Beaurepaire y col. (2020) mencionan más de 70 virus encontrados en muestras de abejas en diversas partes del mundo. Hasta el momento en Argentina se ha reportado la presencia de 10 virus que afectan a abejas melíferas (Salina y col. 2020). Los primeros virus informados en el país fueron el virus de las alas nubladas (CWV), virus X de las abejas (BVX) y virus de la cría ensacada (SBV) (Allen and Ball, 1996).

El CWV y BVX son virus con genoma ARN aún sin clasificar taxonómicamente y son considerados agentes poco patógenos, aunque pueden reducir severamente la vida útil de las abejas. Estos virus solo tienen un reporte en 1996 y a la fecha no han sido reportados nuevamente.

Con respecto a SBV, pertenece a la familia Iflaviridae, género Iflavirus que se reportó por primera vez en Estados Unidos (White, 1913). Este virus infecta a abejas adultas sin causar síntomas notorios, pero disminuyendo significativamente su supervivencia.

Cuando las obreras infectadas alimentan larvas jóvenes transmiten el virus que se acumula principalmente en la cabeza y glándulas hipofaringeas (Messen and Furgala, 1977). Tres a cuatro días después de operculada la celda las larvas no pueden pupar, acumulando líquido entra la larva y la piel con la consecuente formación de una especie de saco que le da el nombre característico de la enfermedad “cría en forma de saco”. En principio se torna de color blanco perlado y, con el pasar de los días, se vuelve amarillo pálido y finalmente marrón (figura 1).

Figura 1: Cría en forma de saco, color amarillo pálido causada por el virus de la cría ensacada (SVB)

Otro de los virus pertenecientes a la familia Iflaviridae, género Iflavirus es el virus de las alas deformadas (DWV), este puede estar presente en todas las castas y etapas de desarrollo sin causar síntomas o puede provocar alas en muñón de apariencia arrugada o deformes, abdómenes hinchados, vida media reducida e incluso muerte (figura 2).

Es el más prevalente en el país (Brasesco y col. 2020) y es considerado el virus más peligroso a nivel mundial (Beaurepaire, 2020). Esto se debe en parte a la asociación que tiene este virus con el ácaro Varroa destructor, el cual puede actuar como un vector mecánico y biológico del virus, dispersando y aumentando drásticamente las cargas virales y poniendo en riesgo la supervivencia de las colonias (Salina y col. 2023).

Dentro de la familia Discistroviridae, que se caracteriza por incluir virus ARN simple cadena, que contiene dos marcos de lectura abiertos separados por una región intergénica, se encuentran dos géneros que involucran virus de importancia para abejas melíferas.

El primer género, denominado Triatovirus, contiene la especie denominada Virus de las Celdas Reales Negras (BQCV por sus siglas en inglés), el cual afecta prepupas reales, ocasionando la muerte prematura y grandes pérdidas sobre todo a productores de reinas. Una vez operculadas, las larvas reales enfermas toman un color amarillo pálido y una piel dura.

Sin embargo, las celdas mantienen una coloración normal en infecciones tempranas, con el pasar de los días, las paredes de las celdas comienzan a mostrar manchas oscuras de donde se origina el nombre del virus (figura 3). Si bien se ha detectado este virus en todas las castas y etapas de obreras y zánganos, no se observó signología clínica (Chen y col. 2006).

Aparavirus es el otro género de la familia Discistroviridae, el cual engloba el virus de la Parálisis  Aguda (ABPV), virus de Parálisis Israelí (IAPV) y virus de la Parálisis de Cachemira (KBV). Son considerados un complejo de especies debido a las similitudes en la composición genética y características biológicas como también en las principales vías de transmisión, la etapa primaria en la vida del huésped. Tienen una prevalencia baja pero generalizada con una etiología predominantemente subclínica que contrasta fuertemente con la patología extremadamente virulenta encontrada a títulos elevados (de Miranda y col. 2010).

ABPV e IAPV pueden causar signos de temblor, incapacidad para volar, oscurecimiento gradual, pérdida de pilosidad en el abdomen y parálisis. Sin embargo, la enfermedad se desarrolla tan rápidamente que lo que se observa es mortalidad (Maori y col. 2007) (figura 4).

Por el contrario, el KBV provoca una disminución abrupta en la población de abejas adultas con la consecuente aparición de larvas y pupas enfermas por falta de cuidado de las crías (Hornitzky MAZ, 1987). Cabe destacar que el KBV no ha sido reportado en Argentina, aunque sí se ha informado su presencia en Chile (Riveros y col. 2018).

Otro de los virus que comparte algunas signologías con el complejo antes mencionado es el virus de la Parálisis Crónica (CBPV), éste presenta una composición genética diferente, posee un genoma ARN simple de sentido positivo, pero sin clasificación taxonómica. Otra diferencia es la presentación de los signos a lo que atribuye su nombre, al tratarse de una infección crónica, se pueden observar abejas con alas y cuerpos temblorosos, con incapacidad para volar y la consecuente congregación de grandes masas de abejas arrastrándose frente a las colmenas. A menudo las abejas pueden presentar alas dislocadas, sin pelos, de color negro y aspecto grasoso. Estas abejas rápidamente se vuelven inmóviles y mueren o son atacadas por las abejas sanas que no las reconocen como integrantes de la colmena.

Otro de los virus con genoma ARN que aún permanece sin clasificar taxonómicamente es el virus del Lago Sinaí, recientemente reportado por Fernande de Landa y col (2020) en el país. Es un virus muy prevalente y ampliamente distribuido en el mundo, también se ha detectado su presencia en el ácaro Varroa destructor y si bien no genera signología visible su presencia está asociada con debilitamiento de colmenas y el Síndrome de Colapso de Colmenas.

Por último, el virus Filamentoso Apis mellifera (AmFV) es el único virus con genoma ADN encontrado en el país, este virus replica en los tejidos adiposo y ovárico de las abejas adultas y debido a la gran carga viral y la lisis celular que producen genera que la hemolinfa de las abejas se torne de color blanco lechoso.

DESARROLLO

¿Cómo se diagnostican?

Si bien la mayoría de los virus pueden presentar signologias clínicas bien características que pueden hacernos sospechar de infecciones virales, como por ejemplo el virus de las Alas Deformadas, virus de la Cría Ensacada y virus de la Parálisis Crónica, lo más común es que las infecciones virales se presenten de manera subclínica, es decir que todas las castas y etapas de desarrollo se observan normales. Sin embargo, pueden estar infectadas con diversos virus que se transmiten y se mantienen entre los individuos intracolonia y entre colonias.

En líneas generales se cree que cuando hay signología clínica visible es debido a que hay gran cantidad de partículas virales infectando a los individuos, aunque no necesariamente una alta carga viral esté acompañada de signología. Brettell y col. (2017) estudiaron la presencia y cuantificación de DWV, el patógeno viral más importante de las abejas melíferas que causa la muerte de millones de colonias en todo el mundo. En este trabajo demostraron que la proporción de abejas melíferas con alas deformadas en una colonia es normalmente baja (<1 %) a pesar de que una alta proporción de abejas melíferas asintomáticas están infectadas con altos títulos. Esto podría deberse a que las abejas con altas cargas virales mueren como pupas o antes de las 48 hs de emerger de su celda de cría (Yang and Cox-Foster, 2007), cuestión que pasaría totalmente desapercibida al momento de inspeccionar las colmenas.

Por lo expuesto anteriormente, basarse en la signología clínica para el diagnóstico de enfermedades virales en abejas presenta muchas desventajas, principalmente muchas infecciones virales, por ejemplo, la enfermedad del virus X de las abejas no presenta signología clínica y en aquellas infecciones virales como el virus de las Alas Deformes predominan las infecciones de tipo subclínico. Otras infecciones virales pueden causar signos inespecíficos, como es la disminución de la vida media, aumento de la mortalidad de cría o disminución abrupta de la población de abejas que podrían atribuirse a otras causas (Salina y col. 2021).

En este escenario, las técnicas moleculares son herramientas fundamentales para la detección de patógenos virales en abejas. La RT-PCR y Q-PCR son técnicas altamente sensibles y específicas que permiten detectar pequeñas cantidades de genoma viral, incluso la última permite cuantificar y estimar la carga viral. Además, existen variantes como las PCR múltiples, que permiten la detección simultánea de 2 o más virus a partir de una misma muestra.

¿Se pueden tratar?

Es importante saber que la sola presencia de una infección viral en una colonia de abejas difícilmente pueda tener un gran impacto sobre la salud de las abejas. Sin embargo, pueden coexistir infecciones de 2 o más virus, o incluso con otros patógenos como Vairimorpha spp (Ex Nosema sp), Ascosphaera apis agente causante de la Cría Yesificada o Melissococcus plutonius, bacteria responsable de la enfermedad denominada loque europea, aumentan notoriamente su chance de expresar la signología clínica característica de estas infecciones virales.

Más aún, se sabe que el ácaro Varroa destructor se comporta como vector mecánico y biológico de DWV e IAPV y como vector mecánico de ABPV, KBV y CBPV. Para complejizar aún más este escenario, numerosos virus han sido encontrados en otras especies de insectos como abejorros, abejas sin aguijón, Xylocopa augusti, Bombus pauloensis, avispas, hormigas y Nezara viridula, escarabajos, moscas,mariposas, polillas, cucarachas y arañas. Todos estos insectos comparten los nichos ecológicos de las abejas melíferas, actuando como reservorios virales y perpetuando la transmisión y dispersión de estos patógenos.

En este escenario, las alternativas de tratamientos son reales, como son los fármacos comerciales llamados antivirales que sirven para tratar las infecciones, bloqueando el mecanismo de multiplicación y dispersión viral, pero lamentablemente solo están disponibles en Israel y algunos estados de Estados Unidos de América. Sin embargo, si contamos con

mecanismos de control indirecto para poder controlar las infecciones virales. Estas medidas de control, llamadas “manejo de colmenar”, son alternativas indirectas de manejo ya que como resultado de su implementación se logran tener colmenas bien alimentadas, con espacios adecuados a la temporada y un correcto manejo de las otras infecciones e infestaciones que afectan a las abejas. Todo esto sumado a reinas cambiadas periódicamente generan colmenas con un óptimo desarrollo de su sistema inmune que podrán afrontar mejor las infecciones virales y mantenerlas, en muchas cosas silentes (o sea que no pueden expresar sus signos clínicos).

CONCLUSIÓN

Si bien los virus están presentes, y van a seguir estando presente en las colonias de abejas y en el nicho ecológico que comparten con otros insectos, resulta importante desmitificar el hecho de creer que las infecciones virales no se pueden tratar. Es un grave error, que lleva a bajar los brazos abriendo las posibilidades a que estas infecciones puedan expresar sus signos clínicos característicos. Si existe tratamiento, llamado “manejo de colmenar” que, si bien es una medida indirecta, permite mejorar largamente la sobrevida de las abejas, minimizando, e incluso muchas veces evitando, la presentación clínica de estas infecciones.

Autores: SALINA, M.; BAIS, B.; REYNALDI, F.