Piden socorro

02/02/2023 Varios apicultores echan miel a otros durante una concentración de las organizaciones profesionales agrarias y entidades relacionadas con el sector apícola de la Comunitat Valenciana, ante las puertas de Les Corts, a 2 de febrero de 2023, en Valencia, Comunidad Valenciana (España). Las organizaciones agrarias y el sector apícola de la Comunidad Valenciana se han concentrado para denunciar la insensibilidad y la falta de respuestas de las administraciones a los problemas del sector con una gran importancia económica, social y medioambiental. Además, los apicultores piden ayudas directas por colmena y que se les incluya entre los sectores a los que se prorroga la ayuda de 20 céntimos de gasóleo ECONOMIA Jorge Gil - Europa Press

Los productores de miel, ahogados por la importación de miel de China y Argentina han pedido al Ministerio de Cultura que su actividad sea declarada patrimonio inmaterial de la humanidad para preservarlo

A los apicultores valencianos las altas temperaturas de este verano le derritieron la cera de sus colmenas y perdieron cerca del 40% de la producción. Una ruina. “Vale más la pena tirársela por encima que consumirla de lo barata que está”, expresó Enric Simó, veterinario de la Agrupación en Defensa de la Sanidad Apícola (Apieds). Simó y otro colega, se volcaron la miel encima durante  la protesta que han protagonizado los productores autóctonos a las puertas de las Cortes Valencianas por la falta de apoyo de la Administración autonómica. Se han quejado de décadas de abandono oficial y de la pérdida de rentabilidad de la miel española a causa, sobre todo, de las importaciones de China y Argentina. “A un productor valenciano un kilo de miel le cuesta unos cinco euros, y los precios que se ofrecen están por debajo de los tres. Es insostenible”, exclama Simó.

El cambio climático, denuncian, está haciendo inviable la producción de miel, “y si no nos ayudan desde la Administración, el sector se extingue”. Los productores de miel han solicitado al Ministerio de Cultura que su actividad sea declarada patrimonio inmaterial de la humanidad con el fin de preservarlo.

Las condiciones de su trabajo no han dejado de empeorar en dos décadas. A principios de siglo, la Generalitat alcanzó un acuerdo con los apicultores, con indemnización incluida, que les obligaba a retirar sus colmenas de las proximidades de los huertos de cítricos, porque la polinización producía la pinyolá, esas semillas con que el consumidor se tropieza mientras degusta mandarinas y naranjas, y que devalúan la fruta en los mercados. La indemnización duró cuatro años, aseguran. Ahora, sin ayuda, tienen que seguir apartándolas en determinadas fechas del año.

La apicultura es además un oficio de trashumancia. Los profesionales, dependiendo de la estación, se ven obligados a trasladar sus colmenas de un sitio a otro. “El ciclo valenciano es transportar las colmenas desde la zona de almendros en la comarca de la Ribera, a la de naranjos, cuando ya no hay riesgo de pinyolá. Y luego cada uno tira hacia la ruta de Aragón o hacia la de Murcia. También había otros que se desplazaban hasta Vizcaya porque allí se produce la miel de brezo, una de las más caras del mercado. Así, hasta septiembre”, resume este apicultor de la serranía, en el interior de la provincia de Valencia. Pero la disparidad de normativas de una comunidad autónoma a otra los apabulla: pago de licencias, solicitud de permisos, estudios de no contaminación…

Estos profesionales se quejan, además, de que otras comunidades autónomas cuentan con una ayuda de 25 euros por colmena cuando en la Comunidad Valenciana apenas tienen apoyo económico. Y también han sido excluidos de las ayudas al gasoil agrícola. Y si el terreno sobre el que pueden asentar sus colmenas ya es escaso, el despliegue de parques eólicos y fotovoltaicos los ha arrinconado todavía más.

El último talón de Aquiles del sector, el que lo está destrozando, son las importaciones de miel de China, el mayor productor mundial, y Argentina. “La mayoría de miel china entra a la UE por Portugal. Y la que llega al puerto de Valencia, originaria del país asiático, cuesta 1,5 euros el kilo. “Claro, ¿a quién se la va a comprar el mayorista?”, plantea Muñoz, que lamenta además el etiquetado del dulce néctar que llega de fuera: “Si la normativa dice que con solo un 1% de miel autóctona pasa a ser española, pues no hay manera”, asegura.

La climatología los condiciona. Los está afectando mucho. Llevan tres años que cuando llega la primavera se producen lluvias abundantes y no pueden producir miel de azahar y cuando llega el verano, la sequía extrema les impide extraer la miel del norte de España.

Sin ayudas al gasoil, con apenas subvención por colmena (hay 314.000 euros para unas 300.000 colmenas censadas en la Comunidad Valenciana), y las cuantiosas importaciones de miel de terceros países, es imposible salir adelante. “Es un sector que aporta mucho a la biodiversidad. No podemos estar hablando a todas horas de la sostenibilidad y el medio ambiente y dejar a la apicultura fuera”, concluyen.

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