Los apicultores europeos acumulan tres malas campañas consecutivas

Tras un mínimo histórico en todo el continente en 2021, la campaña de 2022 muestra un gran contraste entre una producción bastante buena en el norte de Europa, mientras que el sur -donde se encuentra la mayor producción- se vio gravemente afectado por una fuerte sequía. Este resultado mixto se ve lastrado por la explosión de los costes de los insumos para el sector. Tras varios años a este ritmo, muchos productores europeos se cuestionan su futuro. El Copa y la Cogeca esperan respuestas concretas y rápidas en el marco de la revisión de la Directiva sobre la miel.
El grupo de trabajo sobre la miel del Copa y la Cogeca se reunió recientemente para debatir la situación actual del sector. Además de un cálido y buen comienzo de temporada en todo el continente, el verano dividió a Europa en dos. En el norte, la floración y la producción de néctar, apoyadas por las escasas lluvias, fueron lo suficientemente buenas para la producción y la cosecha de miel. Por el contrario, el sur de Europa tuvo que hacer frente a una de las peores sequías de las últimas décadas (hasta un 80% menos de miel de lo habitual en algunas zonas de la Península Ibérica). Las duras condiciones climáticas afectaron a la cantidad de néctar de las flores y los árboles, influyendo así en la capacidad de las abejas para producir miel.
Además, la crisis energética y la inflación generalizada han tenido graves consecuencias en la viabilidad de los apicultores europeos. Por ejemplo, el aumento del precio de los costes de envasado, incluido el vidrio para los tarros (aumento del 15% al 60%, según los países), del combustible (del 30% al 40%), de la electricidad (del 50% al 150%) y de los piensos para las abejas (del 50% al 70%) representan un grave problema económico. El aumento de los costes de producción para los apicultores no se traslada adecuadamente a lo largo de la cadena de suministro. Teniendo en cuenta que las existencias de miel de 2021 a 2022 han sido muy bajas y que la demanda se mantuvo estable, el período actual pone de manifiesto las incoherencias del mercado europeo actual.
Para Stanislav Jaš, presidente del Grupo de Trabajo sobre la Miel, «los apicultores europeos están atravesando un periodo muy crítico. Tengo la sensación de repetirme año tras año, pero la sostenibilidad de la producción europea y su servicio esencial de polinización están en juego. Estamos perdiendo potencial de producción en muchas zonas clave de Europa, principalmente debido al cambio climático y a la coyuntura económica, que amenazan la viabilidad de las explotaciones apícolas en toda la UE. Más que nunca, debemos defender la autenticidad de la miel, así como la transparencia en el mercado de la miel. En consonancia con sus iniciativas políticas ampliamente promovidas en materia de sostenibilidad en el marco del Pacto Verde Europeo, como la estrategia «de la granja a la mesa», la Comisión Europea, junto con las capitales europeas, puede poner en marcha herramientas y mecanismos concretos que podrían ayudar tanto a los productores como a los consumidores. Pedimos acciones reales».
Esta es la razón por la que el Copa y la Cogeca reiteran su llamamiento para que se revise la Directiva de la UE sobre la miel, reforzando el etiquetado sobre el país de origen de la miel en las mezclas, acompañado de normas sólidas de trazabilidad favorables a los apicultores para luchar contra el comercio de miel falsificada a granel. Es esencial que la Comisión Europea proponga cambios legislativos y mecanismos de control que apoyen el sustento de los productores de miel, la búsqueda de los consumidores de alimentos genuinos y de calidad y la capacidad de los Estados miembros para luchar contra el fraude.

Cambio climático, pesticidas y parásitos tienen cansados a los apicultores europeos
“Se está complicando mucho para nuestra pobre abeja». Reunidos en un congreso en Quimper, noroeste de Francia, apicultores europeos pintaron un panorama sombrío para su actividad, enfrentada a cosechas cada vez más irregulares debido a la degradación ambiental.
«He luchado durante 30 años por la abeja, pero si tuviera que elegir hoy, no sé si me haría apicultor», expresó Henri Clément, apicultor de las Cevenas y portavoz de la Unión Nacional Apícola Francesa (UNAF).
A sus 62 años, Clément, quien tiene 200 colmenas en Lozere, Herault y Aude, está cera de su jubilación. «Pero no es una buena noticia para los jóvenes que quieren iniciar en un negocio», lamentó.
El contenido de los debates celebrados en el congreso europeo de Quimper es prueba de ello: los avispones asiáticos, la varroa (un parásito), los pesticidas y el cambio climático ocuparon un lugar destacado en la agenda.
«El mayor problema (con el cambio climático) es el tiempo errático», sostuvo el entomólogo estadounidense Jeffery Pettis, presidente de Apimondia, la federación internacional de apicultores de 110 países.
«Las plantas que estaban habituadas a una determinada temperatura se enfrentan ahora a veranos calurosos y secos y ya no hay flores», dijo. «También perdemos colmenas por inundaciones o incendios».
Los apicultores franceses deberán este año recoger entre 12.000 y 14.000 toneladas de miel, lejos de las más de 30.000 toneladas de los años 1990, según la UNAF. Y Europa, segundo importador mundial de miel, apenas cubre 60% de su consumo.
En un debate sobre pesticidas, Jean-Marc Bonmatin, investigador del centro de biofísica molecular de Orleans, indicó que los parásitos y patógenos de las abejas, como la varroa o los virus, se ven «favorecidos por la presencia de (pesticidas) neonicotinoides» que además «envenenan directamente a los polinizadores».
Prohibidos desde 2018, los neonicotinoides fueron reautorizados en febrero por el gobierno francés para el cultivo de remolacha.
Esas sustancias pueden permanecer en el suelo entre cinco y 30 años, según Bonmatin, quien también alertó sobre otros pesticidas como los fungicidas SDHI (inhibidores de la enzima succinato deshidrogenasa).
Para permitir a los apicultores proteger a las abejas, el investigador anunció el lanzamiento próximo de un programa informático de código abierto llamado «Toxibee», que permitirá identificar rápidamente las moléculas menos tóxicas.
«Antes de prescindir de los pesticidas, podemos intentar reducir su efecto», agregó. «Porque lo que mata a las abejas acaba perjudicando a la salud humana».
Frente a las sombrías perspectivas de los apicultores, Pettis reiteró su confianza en la resistencia de las abejas, citando el ejemplo de la abeja negra de Ile-de-Groix (Morbihan) «que sobrevive a la varroa sin tratamiento».
«Creemos que dependen de nosotros, pero en realidad sobreviven muy bien sin nosotros», sostuvo el entomólogo-apicultor. «Y siempre está la belleza de las abejas. Es muy bonito trabajar con abejas».

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