Alimentación de las abejas: néctar y polen

El tipo de recolección que realiza cada abeja depende de las condiciones concretas de la colmena en cada momento y del hecho de que algunas flores ofrezcan néctar y polen más abundantemente en determinadas horas del día.

Los alimentos básicos para las abejas son el néctar y el polen. El primero, por su composición, les aporta, fundamentalmente, azúcares y agua, proporcionándoles así el material energético. El polen, rico en proteínas, les es indispensable para el crecimiento. Ambos alimentos los obtienen de las flores. Precisan, además de minerales, vitaminas y mayor cantidad de agua de la que obtienen del néctar.

Tanto el néctar como el polen son objeto de almacenamiento por parte de las abejas. El néctar, enriquecido en enzimas provenientes de las secreciones gástricas y salivares de las obreras pecoreadoras, lo almacenan en las celdillas de los panales, donde se transforma en miel al perder parte del agua. EI polen, almacenado también en las celdillas, sufre una fermentación de tipo láctico que contribuye a modificarlo, enriqueciéndolo en ciertos principios. Mientras las pecoreadoras liban el néctar del cáliz de la flor, su cuerpo se impregna del olor de ésta. Al regresar a la colmena ese aroma perdura. Así se comunican la clase de flor encontrada. En realidad, esto viene a ser el lenguaje de la flor. La resistencia del aroma se debe a la capacidad del cuerpo de las abejas para absorber y conservar las sustancias olorosas. Así, junto al olor del néctar, comunica también a sus compañeras el aroma de la flor. Hay que tener presente que a mayor distancia de vuelo corresponde una mayor pérdida de perfume. Cuando comunican una fuente de polen se observa una ligera diferencia. El polen de la flor tiene igualmente su aroma característico, distinto del de sus pétalos y diferente del correspondiente al polen de otro tipo de flor. El mensaje de la flor a localizar lo da ahora el propio polen.

Especialización

El tipo de recolección que realiza cada abeja depende de las condiciones concretas de la colmena en cada momento y del hecho de que algunas flores ofrezcan néctar y polen más abundantemente en determinadas horas del día. En general, se comprueba que al principio de la vida de las abejas no existe especialización, ya que recolectan indistintamente néctar, polen o néctar y polen al mismo tiempo. Más tarde, cada una se inclina por un tipo concreto de recolección, aunque si se modifican las necesidades de la colmena las pecoreadoras de polen abandonan rápidamente su recolección por la de néctar, y viceversa.

Agrícolamente hablando, con miras a la polinización, son más interesantes las pecoreadoras de polen, ya que, al introducir su cabeza en el interior de la flor, lo cual hacen de frente, reciben sobre su cuerpo gran cantidad de polen. Las recolectoras de néctar suelen introducir la cabeza lateralmente, con lo que por lo general evitan el contacto con anteras y estigmas. Este tipo de abejas no es apto para una polinización eficaz. La mayoría de las flores de los árboles frutales proporciona a las abejas tanto néctar como polen. Cuando una abeja recolectora de polen ha de visitarlas abandona la colmena con su buche prácticamente vacío. Al llegar a la flor procede simultáneamente a la recogida de cierta cantidad de néctar y, acto seguido, inicia la recolección de polen. Esta doble aptitud le es estrictamente necesaria, pues requiere el néctar para humedecer los granos de polen, al objeto de poderlos reunir y aglutinar en las cestillas de sus patas posteriores.

Recolección de polen

Si como en el caso de los frutales se trata de flores abiertas, muerden las anteras con sus mandíbulas y acercan su cuerpo a aquéllas. Acto seguido giran varias veces cerca de las mismas, con lo que su cuerpo piloso se llena del polvillo que forman los granos de polen que se libera.

La cantidad de polen recolectado es importante de cara a la polinización, pues pone en evidencia la actividad pecoreadora de las abejas. Se ha demostrado que existe una correlación positiva entre la cantidad de polen recolectado y la cantidad de cría no

operculada, por lo que la cosecha de polen aumenta proporcionalmente al aumentar aquélla en la colmena. Es decir, que la presencia de pollo muy joven (larvas de uno o dos días) entraña para la abeja un estímulo significativo hacia el aporte de polen.

Al principio de la vida de las abejas no existe especialización, ya que recolectan indistintamente néctar, polen o néctar y polen al mismo tiempo.

Por ello las colmenas con mayor cantidad de cría no operculada destacan más como eficaces polinizadoras. Esto deberá ser tenido muy en cuenta, tanto por los agricultores como por los apicultores.

Se ha podido determinar que una abeja recolectora de polen Ileva a la colmena, tras cada uno de sus vuelos, una media de unos 15 miligramos. Es decir, debe efectuar unos sesenta mil viajes para conseguir un kilo de polen.

Colmenas fuertes

Se calcula que las colmenas que cuentan con una población fuerte pueden recolectar de 20 a 40 kilos de polen al año, del cual puede aprovechar el apicultor de dos a cuatro kilos sin causar graves daños a la colmena. En una de estas colmenas, provistas de trampa de polen, puede obtenerse en pleno período productivo, y sin ponerla en peligro, unos ciento cincuenta gramos diarios de polen. Si se admiten 125 bolitas por gramo, la recolección diaria por el apicultor sería de unas dieciocho mil setecientas cincuenta bolitas. Suponiendo que la trampa de polen retiene el 10 % del polen Ilegado a la colmena, la recolección diaria de la misma sería de 187.500 bolitas, o lo que es lo mismo, 93.750 cargas individuales por día.

Por otra parte, se sabe que, en condiciones favorables, una abeja pecoreadora puede recolectar, por término medio, una carga de polen en menos de treinta minutos (generalmente entre quince y veinte), y puede Ilegar a efectuar 20 viajes diarios. Pero, calculando que solamente realizarán una media de 10 viajes serían suficientes unas 9.500 abejas pecoreadoras de polen para llevar a la colmena el máximo diario calculado.

Teniendo en cuenta que aproximadamente el 50 % las abejas de la colmena no realiza tareas de recolección, y suponiendo que el número de recolectoras de polen y néctar están en la misma proporción, harían falta, para justificar las cifras anteriores, más de 38.000 individuos en la colmena.

En general, se calcula que en una colmena fuerte y vigorosa (más de 60.000 abejas y peso superior a seis kilos), es posible encontrar hasta 25.000 pecoreadoras de polen en su período de máxima actividad.

Las colmenas bien pobladas de abejas son una garantía para asegurar un buen servicio de polinización, especialmente si son de temer condiciones climatológicas adversas.

Calidad y cantidad de polen

En el sentido que venimos hablando, se entiende por calidad del polen la fuerza del estímulo que atrae a las abejas para recolectarlo. Los diversos tipos de pólenes presentan una gran diversidad en lo que concierne a la fuerza de ese estímulo de atracción, presentándose a veces por ello problemas en la polinización de algunos frutales que, teóricamente, no debieran tenerlos.

En general, las abejas manifiestan preferencia por el néctar que contiene más del 20 % de azúcares. En su recolección siempre tienen presente la ley del mínimo esfuerzo.

Así, muchos cultivos comerciales parecen ser menos preferidos por las abejas que malas hierbas, malezas u otras plantas que no son objeto de cultivo y que se encuentran en floración a la vez que aquéllos.

Entre las especies frutales de pepita, el membrillero es el que tiene mayor producción por flor, y, entre los de hueso, el melocotonero y el almendro. La cantidad de polen producido por una flor no sólo depende del número de estambres de la misma, sino, fundamentalmente, de su tamaño. La producción de polen de las especies frutales y de sus variedades depende tanto de la cantidad producida por las flores como del número de árboles por unidad de superficie.

Las especies frutales son todas, en general, plantas melíferas ricas en polen y pueden cubrir completamente las necesidades que precisan las colmenas durante su período de intenso desarrollo.

Conviene tener presente, a efectos de la polinización, que plantas con un gran desarrollo excesivamente regadas o en floración tras intensos períodos de lluvia pueden producir una gran proporción de granos de polen infértiles, con lo que disminuye el grado de atracción de sus flores para las abejas.

Las abejas prefieren los pólenes de tamaño medio a los pequeños. A veces cada colmena tiene sus propias apetencias en cuanto a recolección de polen.

La cantidad de polen puede evaluarse también por su contenido en nitrógeno (valor proteico) y guarda, en este caso, una relación directa con la atracción ejercida sobre las abejas. Los pólenes de los frutales suelen tener un valor proteico elevado.

Fidelidad de la abeja

Los estudios sobre el polen recolectado por las abejas pecoreadoras han puesto de manifiesto la fidelidad de los insectos a la especie visitada. En cultivos comerciales bien planificados el número de bolitas que presentan mezcla de pólenes extraños apenas supera el 1 %. Hay que pensar por ello que el número de pecoreadoras que regresan con polen de otra procedencia no es indicio real de un cambio de fuente de aprovisionamiento. Podría tratarse, por ejemplo, de exploradoras que buscan nuevas fuentes de polen o de pecoreadoras de néctar que lo recolectaron al visitar otras flores.

Recolección del néctar

El factor de mayor importancia en cuanto a la atracción de las flores para las abejas es el néctar que secretan. Existe, como en el caso del polen, una correlación positiva entre la atracción para las abejas y la intensidad de secreción del néctar, que es función de las particularidades varietales del cultivo. La antesis de las anteras, o momento de su apertura, coincide generalmente con la máxima exudación de néctar, por lo que se piensa que la secreción va ligada estrechamente a la sexualidad de la flor. La secreción alcanza su máximo durante el primer día de la apertura floral y va decreciendo paulatinamente después.

En general, las abejas manifiestan preferencia por el néctar que contiene más del 20 % de azúcares. En su recolección siempre tienen presente la ley del mínimo esfuerzo. De esa manera la colmena hace un esfuerzo menor para evaporar el agua sobrante de la miel. Por eso la concentración de azúcar en el néctar es uno de los factores determinantes de la actividad pecoreadora. Flores que producen néctar con una reducida concentración de azúcares, como ocurre con los perales, son, por lo general, mucho menos visitadas que otras fuentes más ricas en azúcares.

Igualmente importante es la cantidad de néctar por flor, ya que generalmente, si las abejas pueden elegir, se deciden, sin dudar, por las que tienen mayor abundancia a igualdad de concentración.

Tanto la cantidad como la concentración del néctar están sometidas a algunas fluctuaciones que se llegan a manifestar durante el mismo día y de un día para otro. La temperatura mínima a la cual la secreción cesa difiere también de una especie a otra.

Independientemente de la temperatura, la secreción de néctar es mayor en los días soleados que en los días nublados. El estado de humedad, los nutrientes del suelo, la presión atmosférica, la dimensión de los nectarios, la posición de la flor sobre la planta, la variedad, etc., tienen también una importancia grande. La concentración de azúcar fluctúa también considerablemente como resultado del viento y de la lluvia e, igualmente, con los cambios grandes de humedad relativa. La influencia de estos factores se hace muy patente en las flores de los frutales.

Los cuidados culturales aplicados por el agricultor al cultivo tienen también una gran repercusión en la secreción del néctar y, por lo tanto, en la capacidad del cultivo para competir con otras fuentes melíferas.